Una pregunta que suele dejar apavorados a muchos padres, especialmente cuando el que la plantea es un niño que comienza la adolescencia, es la de: «¿Estoy muy gordo?». En un mundo cada vez más obsesionado con la imagen corporal, muchos padres saben que las preocupaciones sobre el peso son un tema excesivamente delicado para un niño que empieza a adquirir confianza en sí mismo.
Muchos adultos temen que centrar la atención en la talla corporal de un preadolescente pueda avergonzarlo, hacerlo que se obsesione con su apariencia o incluso provocar un trastorno de la alimentación.
¿Cómo abordar este asunto cuando incluso una respuesta cuidadosamente pensada puede provocar reacciones negativas de estos seres tan susceptibles? Según los expertos, no existe una estrategia única pero sí hay muchas formas «sensatas» de tratar con un problema tan delicado.
1.- Hable de ello
Lo primero, dicen, es hablar sobre ello.
Algunos padres piensan que entre menos se diga, mejor. Pero tal como señala Andrew Hill, profesor de psicología médica del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, en lo que se refiere a hablar con un hijo sobre algún tema, no debe haber barreras.
«No es fácil», dice, «pero si se plantean dudas no huya de ellas. Comprométase. La clave es el ‘por qué’. A mí me gustaría saber por qué de pronto está ocurriendo esta conducta. ¿Es algo que el niño vio en la televisión? o ¿alguien le dijo algo en la escuela? Quizás fue algo sutil pero ofensivo».
«Estas preocupaciones a menudo son síntomas de otros eventos. Resuélvalo y las otras conductas probablemente se solucionarán».
Los temores sobre el peso corporal de un niño, agrega el profesor Hill, a menudo fluctúan y pueden ser temporales.
Las niñas, en particular aquéllas que empiezan la pubertad, suelen compararse con sus compañeras del colegio, agrega. Durante la pubertad las niñas sufren cambios drásticos en el cuerpo. La grasa corporal, en promedio, se duplica durante este periodo.
Los niños también tienen cambios pero estos son diferentes. Por ejemplo, tienden a desarrollar más músculo, explica el experto. «Cuando las niñas se comparan entre sí tienden a estar en distintos puntos de su desarrollo físico. Hablar con ellas es algo positivo y una forma tranquilizadora de abordar el asunto. Hágale saber que en unos años, esas diferencias físicas se reducirán. La clave es que no se juzguen a sí mismas», dice Andrew Hill.
2.- No se alarme
Un padre no debe reaccionar exageradamente si un niño le pregunta si está gordo, afirma Paul Gately, profesor de ejercicio y obesidad de la Universiad Metropolitana de Leeds, en Inglaterra.
«Hay padres que se quedan absolutamente pasmados. Es la pregunta más temida cuando no están preparados. Pero la reacción podría provocar que el niño piense: ‘¿Qué fue lo que provoqué?'».
Muchos padres, agrega, «querrán esconderse bajo la tierra» o le dirán al niño que no hay problema. Pero si el problema existe, el niño será objeto de burlas en el colegio y terminará desconfiando del padre.
«Las burlas y el acoso de los niños con sobrepeso son endémicos en nuestros colegios», dice el profesor Gately. «Si un niño lo menciona, el asunto no se desvanecerá. Los padres necesitan tener conversaciones directas en las cuales los niños puedan hablar».
Como la obesidad infantil está aumentando los padres que estén preocupados por el peso de sus hijos pueden prepararse por adelantado para sostener esa conversación, afirma Gately. Por ejemplo, pueden modificar sus hábitos para crear un ambiente más saludable y cuando el asunto se presente pueden decir que toda la familia está participando en un estilo de vida más sano.
3.- Plantee el tema usted
¿Es correcto plantear el tema si el niño no habla de ello primero? La dificultad, dice Andrew Hill, surge cuando un padre considera que el asunto es un problema y quiere conversar sobre él.
«Júzguelo usted, si los niños no desean hablar de ello no se arriesgue a que el asunto se convierta en un tema contencioso. Si las preocupaciones persisten, hable con el maestro o su médico familiar».
Mary George, de Beat, una organización de ayuda para trastornos de la alimentación, afirma que si un padre está preocupado porque su hijo come mucho, o demasiado poco, debe consultar a su médico.
Si los padres creen que esto podría tener un impacto en la autoestima del niño, «siempre hay formas de abordar el problema. Diga que toda la familia va a ir a una revisión general de salud», dice Mary George.
2.- Relájese
Un padre que siente la necesidad de plantear el tema debe preguntarle al niño tranquilamente si se sentiría más cómodo si pesara menos, dice la psicóloga Amanda Hills.
«Si el niño contesta que sí, ofrézcale su ayuda cocinando comidas más sanas, pero anímelo a que dé su opinión ya que esto lo hará sentirse en control».
La clave es guiarlo y no tratar de controlar los hábitos de alimentación de su hijo, dice la experta. «Muchos trastornos alimenticios involucran el sentimiento de no sentirse en control», afirma Hill.
«Mantenga como algo casual el asunto de los alimentos. Trátelo como si fuera el combustible para un automóvil. Si un padre siente la necesidad de señalar que algo no es la mejor elección, hágalo de forma discreta, no se obsesione», añade.
La clave no es permitir que los alimentos se conviertan en un campo de batalla.
5.- NO haga bromas
Los padres a menudo no se dan cuenta de que bromear sobre el peso de un niño puede afectarlos toda la vida, dice Hills.
«Un padre, por ejemplo, nunca debe llamar a su hija ‘rolliza’. Un esposo nunca debe decir cosas negativas sobre el peso de su mujer y viceversa». Los padres deben ser cuidadosos de no mostrarse críticos de su propio peso o del de otros, asegura George.
«Incluso los niños más pequeños, de cuatro o cinco años, pueden darse cuenta de esto». Según Amanda Hills, los estudios muestran que un niño puede verse afectado por la autoimagen de su madre y la forma como ella trata a los alimentos.
«Es absolutamente crucial que la mamá nunca diga que está a dieta», afirma Andrew Hill.
«Toda la gente que he tratado por trastornos alimenticios, tenían una madre o un padre que mostraban conducta obsesiva ante los alimentos», agrega. Si una mamá desea reducir su consumo de alimentos debe hacerlo de forma discreta, sugiere.
La clave, dicen los expertos, es no obsesionarse.
Fuente: Cooperativa